No estoy acostumbrada a los quehaceres domésticos. No estoy mucho en casa; a lo sumo pongo algún lavarropas de vez en cuando, para que papá no se queje. Por eso si suena el timbre y yo no estoy esperando a nadie, no bajo a abrir. Además no hay portero eléctrico así que directamente lo ignoro. Salvo, claro, que papá me deje alguna indicación. Recién sonó el timbre muy insistentemente así que bajé (siempre tengo miedo que sean ladrones, pero ¿a las 12 del mediodía?). Era el sodero que nos trae los bidones de agua, porque acá no compran soda. Y yo no tenía idea si tenía que recibir uno, 10, o ninguno, así que le dije "quedan uno y medio tovadía, decís que alcanza hasta la semana que viene?", como si el tipo supiera más que yo sobre mi propia casa. Lo que sí sabía es que el sábado pasado le abrió mi papá. Así que no dejó nada y se fue con una sonrisa y un hasta el sábado que viene.
Subiendo pensé que a mi me gusta la soda, la de sifón. De vidrio en lo posible. Si esta fuera MI casa compraría soda. Como el otro día, que me pedí un sifoncito, y no lo terminé mientras lloraba.
1 comentario:
male qué reflexiva que estás últimamente; escribiendo mucho. encima en este texto el final es desconcertante, no terminaste el sifón? cuándo llorabas? además mucho edipo por acá, mucha mención a "papá", jajaja.
male nos vemos mañana en el ensayo!!!!
besotes!
Publicar un comentario