24.10.10

abuela

evitar oír el silencio del hospital. ese silencio que penetró las paredes y que el domingo se acrecienta, se hace inmenso. auriculares y después, la música dentro mío.
recorrer pasillos. después de varias visitas no me pierdo.
encontrarla bien, de buen humor, quejándose, lo cual es un signo de su bienestar.
mi abuela quiso charlar, quiso contarme cosas. me habló de cuando tenía diecisiete años, de cuando estudiaba enfermería en el hospital militar. me estaba contando que vio su corazón en un estudio que le hicieron, y no lo quiso seguir mirando de la impresión que le deba ver por dónde se "irriega" la sangre. y recordó sus estudios.
tendría que haber seguido estudiando, así no sería lo que soy. eso dijo, como si nada, y siguió relatando. que ella no servía para enfermera porque todo lo daba demasiada impresión. que siempre cierra los ojos ante cualquier pinchazo. que el jefe de su sector le mandó una carta a su propia abuela, que era la encargada de su educación y antes de su crianza, misionera o brasilera pero residente en misiones, diciéndole que la chica no servía para eso, que la sacara de la escuela. un maestro de ella, néstor cáceres, militar también le dijo que no se preocupara, que él le daría trabajo. ella no quería volver a misiones, intuyo.
y ella se fue a vivir a una habitación en el departamento donde ese hombre tenía su consultorio de dentista. fue instrumentadora.
en el medio del relato se le mechó el recuerdo de la muerte de evita. que a las 8 y 25 todo se cortó para llorar a evita. que ella estaba bailando en ese momento, recordaba.
y también bailando conoció a mi abuelo, a quien yo no conocí. mi abuelo iba a visitar a una amiga suya que vivía al lado del consultorio del dentista donde vivía mi abuela. una noche hubo una fiesta en esa casa, y a mi abuela la llevaron. y ahí se conocieron. pero bueno, eso es otra cosa, dijo y siguió hablando de evita y de las 8 y 25.
después me contó chismes de mis vecinos. habló de prostitución. habló de que algunas mujeres tienen mucha suerte. habló de un aloe vera que plantó y de un hombre que le dijo que no le gustaba que ninguna mujer lo mande y al que ella, tras su poco feliz comentario, enterró en vida.
habló, como casi nunca habla. habló de sus recuerdos, de sus sentimientos, trasluciendo sus formas de ver la vida. dijo, sobre los chismes, "a mi no me interesa porque de todas maneras no puedo ayudar. ahora, si pudiera hacer algo, sería otra cosa ¿no te parece?"
y yo no sé si me parece o no. pero es bueno conocerte un poco más, abuela. sacarme la imagen incrustada que tengo, complejizarla, alimentarla, quererla.

14.10.10

la guerra fría

Ha empezado. El campo de batalla es la oficina. El arma: el split.
La temperatura sube a más a 18 grados centígrados y la guerra se desata.
Siempre igual, se divide por sexos más que por territorios o ideologías.
Los hombres insisten con una refrigeración de 17 grados de 9 a 17 horas.
Las mujeres lo sufrimos pero no oponemos mucha resistencia. Cada tanto yo, suspicaz y silenciosa, lo apago o le subo la temperatura. Pero me delata el arma letal, que hace un agudo sonido ante cada cambio registrado.
Me pregunto por qué los hombres dicen tener calor y las mujeres tenemos más frío.
Claro que hay hombres más calurosos que otros, y hay mujeres más hinchapelotas que otras.
Porque aquí en frente tengo el especimen de mujer insoportable, que todo le viene mal, todo lo que prefiere es tan general como indescifrable (quiero comer algo saladito -¡¿algo como qué, querida?!-; pongan música divertida -¡¿cuál es tu concepto de divertido, cuando nada te gusta?!). Ella es la primera en quejarse, y el nombre que surge cuando hay que hacer una comparación odiosa. La aceptamos como es, nos reímos de ella, como nos reímos de cada uno de nosotros en nuestros distintos aspectos personales. La convivencia es posible y amena.
Ahora, la distribución de los escritorios tuvo que ver con el aire acondicionado.
Yo me puse estratégicamente, pero sin alharaca, en un espacio donde el aire no me da directo. Por ende, puedo soportar mejor el gélido viento que inunda el ambiente al poco rato de encender el aparato. Soy un soldado resistente ante el enemigo, pero sin muchas ganas de luchar a campo abierto. Por eso opto por el silencio y trato de que nadie note mis movimientos en esta guerra. Mientras tanto, me atrinchero por estos lados, y si es muy necesario, me envuelvo con la pashmina que tenemos colgada eternamente del perchero.

8.10.10

dispersión pública, consecuencia política

Ayer fui testigo del público más desconcentrado que vi en mi vida. No sólo testigo; yo formé parte de ese público, tratando de prestar la mayor atención posible a lo que sucedía en el escenario. Fui a ver "Viaje de un largo día hacia la noche", de Eugene O'neill. Texto bello y conflictivo, padre e hijos alcohólicos, ellos de 30 mantenidos por el padre, tacaño hasta más no poder, madre morfinómana, heavy la historieta.
Ahora bien: el público estaba en cualquiera. Toses constantes, murmullos, gente tomando bebidas tapando el escenario con las botellas. En un momento dado, justo en una de las escenas más conflictivas donde se develaba la adicción de la madre, suena un teléfono. Igual que el que sonaba dentro de la escena, con un ring "antiguo". Los actores no se inmutan, la escena continúa. Yo pienso que es parte de la trama, que el teléfono suena y ellos no lo atienden por estar en el medio de una discusión. Vuelve a sonar. Ellos no dan señales ni siquiera de estar oyéndolo. Raro, pero podría pasar, que sea parte del guión. Otra vez, vuelve a sonar incesante. Los actores se desconcentran. El público, en el sector central de la platea no para de moverse, de quejarse por lo bajo, de reírse sin disimulo ¡A algún malparido le está sonando el celular! Ahí me doy cuenta de lo que está pasando. La gente se inquieta, la escena trata de seguir con un Daniel Fanego y una Claudia Lapacó en cualquiera, donde no se sostiene la tensión, donde nadie está prestando atención, donde la ficción se cayó por completo. El episodio finalizó con una de las acomodadoras yendo hacia el lugar de la platea donde estaba el quilombo, gente señalándole de qué bolsillo provenía el sonido, ella acercándose interrumpiendo a toda la fila hasta el señor que no se dignaba ni siquiera a silenciar su aparato que no paraba de sonar, ella se lo saca, él dócilmente se lo da, ella se retira con el celular bien apretado dentro de su puño, como si eso pudiera evitar que el sonido se propague si llegara a llamar de nuevo.
Llega el intervalo. El señor de adelante nuestro (amante del teatro por la conversación que pudimos tener con él) se da vuelta hacia nosotros con cara de ¿ustedes vieron lo que acaba de pasar? Mi acompañante que, como yo, no puede salir de la estupefacción, me dice "¿vos viste la secuencia que se armó?", "seguro que es un viejo de mierda , perdóneme señor, que tiene un celular y ni sabe como apagarlo", fue mi respuesta. Ahí me acordé de mis abuelos que ambos tienen celulares que no saben usar, que yo no entiendo para qué los quieren y que van seguido al teatro. Ojalá que ellos no hagan estos papelones, que no sean tan irrespetuosos, pienso. La acomodadora superheroína vuelve para cagar a pedos al señor que se levanta y va a su encuentro. Un pobre viejo, muy viejo, muy gagá que obviamente no tiene idea cómo se apaga un celular pero que también es flor de hijo de puta porque aunque no sepas cómo apagarlo te levantás y te vas, no dejás que suene sin parar. Ella lo retó un poco, él puso cara de sota, o de viejo gagá que viene a ser más o menos lo mismo, y se terminó el espectáculo.
Ah, no. Falta toda la segunda parte de la obra.
Desde ya aclaro que no estoy defendiendo esta obra en particular, porque bastantes malas las actuaciones, bastante poca maquinita armaban, de por sí era difícil mantenerse concentrado cuando el texto sonaba a texto y no había nada de acción, cuando las palabras se decían porque había que decirlas, los movimientos se hacían porque estaban marcados, y poco y nada surgía de lo que pasaba allí mismo. Sólo me indigna el poco respeto que tienen los mismos espectadores para con los actores, que están allí haciendo su trabajo, para nosotros.
Cabe preguntarnos entonces, qué nos queda pedir para la gente que ni se asoma a una sala de teatro, cuando nosotros mismos no respetamos lo que allí se hace. Cabe preguntarnos contra quién estamos luchando cuando Macri desfinancia la cultura (entre otras cosas más graves que desfinancia) y usa el San Martín para hacer fiestas privadas. Lamentablemente luchamos contra un espejo, porque el 60% de la gente de esta ciudad votó a Mauri. Sí, qué bueno que yo no, pero qué grande el monstruo que tenemos por delante.

Así uno se da cuenta que todo está relacionado con esa cosa amorfa que llamamos "la política", y que uno como individuo reproduce y habilita posiciones y decisiones ideológicas aunque crea que no. No sólo con el voto se construye (o destruye) la realidad, muchachos. Hay que hacerse un poco más de cargo.

6.10.10

no se duerme por acá

presiento que esta noche soy un lirio
en esta curvilínea efervescencia
que vino a complicarme la existencia
¿por qué no me quedé leyendo un libro?
a veces no domino este manubrio
en el amar ninguno es eminencia
veré de atravesar la turbulencia
antes que todo se me haga mercurio
no se si es beneficio o maleficio
poder ver tan de cerca los anzuelos
querría ser un arpa con su tanza
habrá que conversarlo con Dionisios
lo de los universos paralelos
y sonreir mirando en lontananza

del Sr. Martín Buscaglia
perfectamente aplicado a mi estado
de la mente

1.10.10

la mujer era pájaro pero no sabía. no todas las mujeres lo son. de hecho hay muy pocos ejemplares. pero esta mujer sí lo era.
se lo dijeron, un día, como de casualidad.
alguien se la llevaba por delante en la calle y en el mismo instante le gritaba sos pájaro
la sorpresa. incrédula, la mujer quiso volar. por supuesto que no pudo, no es posible volar físicamente. de otras maneras, no lo aseguraría.
¿cómo es posible ser pájaro y no saberlo, cuán distraída puede ser una?
quizás era una metáfora eso que alguien le gritó
quizás ser pájaro significaba sos libre o sos liviana o tenés lo sueños contados, como los pájaros que no sueñan más de una vez por día.
incluso es difícil decidir si ser pájaro es o no conveniente
porque por un lado, saltar desde cualquier ventana mientras no se viva enjaulado es facilísimo
pero por otros lados no se puede cantar si se tiene la garganta rota.
esta mujer tenía la garganta rota, anudada, enredadísima
hubo una vez que ella le grito a otra sos pájaro
y todavía no se le ocurre qué significa