19.12.06

hasta las estrellas

buscarte
donde nada importa nada
nada importa nada

llevarte, llevarte
hasta el cielo (nena)
hacia mis ojos
hasta el cielo (nena)
hacia mis ojos

castillos se abren en mí
castillos se abren en mí

¿a dónde vas?
¿a dónde vas?
la luz se fue
la luz se fue
a buscarte
a buscarte

szenkiu. hermoso. hace dos horas que pienso en irme a dormir (a morir). la soga vuelve a su mano.

21.11.06

There's no combination of words
I could put on the back of a postcard
No song that I could sing
But I can try for your heart
Our dreams, and they are made out of real things
Like a, shoebox of photographs
With sepiatone lovingLove is the answer,
At least for most of the questions in my heart
Like why are we here? And where do we go?
And how come it's so hard?
It's not always easy and
Sometimes life can be deceiving
I'll tell you one thing it's always better when we're together

(...)

And all of these moments
Just might find their way into my dreams tonight
But I know that they'll be gone
When the morning light sings
And brings new things
For tomorrow night you see
That they'll be gone too
Too many things I have to do
But if all of these dreams might find their way
Into my day to day sceneI'd be under the impression
I was somewhere in between
With only two
Just me and you
Not so many things we got to do
Or places we got to be
We'll sit beneath the mango tree now

jack johnson me recuerda a un par de personas y unos momentos y cuando las canciones traen recuerdos es cuando más se disfrutan, digo ¿no?. además definitivamente it's better togheter.

16.11.06

imaginaria y eterna

La extrañó a cada momento y en cada rincón desde el instante en que se hizo aire para dejar de ser eternidad. La buscó incontables veces en todos los recovecos, en todos los cajones, en todos los árboles. La recordó en cada estación del año, en cada ocaso y en cada mañana. En verano necesitaba su alegría y su dulzura, como untada en miel, como salida de un baño de azúcar. Ella entraba atolondrada por la ventana de la cocina para meterse en la heladera y jugar con las hojas de lechuga más tiernas y más verdes; derramar la leche blanca sobre las mesadas, convirtiendo en mar láctico la habitación; untarse de manteca y resbalar por las paredes para luego ir a parar al suelo entre risas y metales. Abría los grifos y la incontenible agua clara salía a borbotones con los cuales ella jugaba a mojarse, a ser líquida. Desde la vez en que se quemó la mano no tocaba los fósforos, y para que él no pudiera encender las hornallas al día siguiente, los desparramaba en las alacenas, dibujando con ellos hombrecitos de madera y pólvora. Entre sonrisas y palabras tranquilas lo despertaba cada mañana, ya limpia y envuelta en jazmines para perfumarlo y para esconderse en su pelo. Cuando llegaba el otoño se volvía incandescente y desaparecía por tiempos aún más prolongados que durante los meses de calor. Llegaba con el cansancio impregnado en la piel, envuelta en mantos de hojas secas, color naranja. Los jueves era imprescindible su presencia pues en remolinos impregnaba la casa de fragancias, escondía sahumerios en los rincones para que a él no se le ocurriera olvidar su olor, y dejaba un rastro de papeles detrás suyo para que él se enterara que no había desaparecido, sino que estaba volando. Luego le sucedía el invierno, la estación más infernal porque ella se volvía distante y helada. Su pelo se convertía en escarcha, blanco hielo, blanca nieve, blanco. Su piel era porcelana pura y sus mejillas apenas destellaban ese color sonrosado al que estaba acostumbrado. Si sus dedos la tocaban comenzaba a derretirse bajo el peso de esas manos demasiado calientes para la piel de ella. No quería ya acostarse junto a él en la cama porque sus pies se endurecían como piedras y lloraban migajas minerales. Evitaba el agua, evitaba el día, vivía nocturnamente, amiga de las mariposas de la noche que la perseguían a dondequiera que iba, y marcaban su estancia en cualquier lugar. Su seña ahora eran estos insectos, que él tanto detestaba porque creía fervientemente que eran presagios mortuorios y cada vez que las veía temblaba durante horas adormecido por la fiebre y el terror a que ella muriera por fin. Intentando no contar las horas, tapando los relojes, cubriendo las ventanas, se consumía en un intento vano de que el tiempo pasara veloz y trajera con la primavera consigo, y de su mano, le devolviera las flores y la vainilla al cuerpo de ella. En septiembre finalmente podía tranquilizarse porque las mariposas eran reemplazadas por pétalos que quedaban esparcidos por el suelo en los atardeceres, y cuando el sol se elevaba al día siguiente, ella los juntaba y hacía mermeladas. Su temperatura y su temperamento volvían a la normalidad con el canto de los pájaros que nuevamente salían de sus nidos para anidar en su cuello o en el arco de su espalda. Cintas vegetales coronaban su cabeza y él no podía más que admirar a la grácil mujer que el viento le había regalado un día hacía ya tanto tiempo. Ella se dedicaba a romper los relojes de arena y armar castillos en su lugar para que él no se diera cuenta que el tiempo con la felicidad pasa más rápido, y durara más el instante tan real del contacto y del amor, porque en primavera tenían lo más parecido al amor que tuvieron nunca. Trataba de eternizarlo, amortiguando los ciclos de la luna y las estrellas, extendiendo los días, despertándolo al alba para comenzar a amarse entre nubes y pasto, bajo sábanas o bajo el cielo. Nunca imaginó que ese mismo cielo que lo amparaba en la grandeza del corazón, podría cubrirlo aún en la más mísera angustia, en la más desamparada soledad. Cuando un día de verano se levantó con los sonidos producidos por las flautas, supo que esa sinfonía significaba el fin, y que ella jamás volvería a su lado. Se convenció de su pérdida, de su abandono y se dejó caer en un abismo que no tuvo final hasta hoy. La casa que tan cuidada mantenían, que siempre olía bien, que era fresca y ventilada, donde abundaban las frutas y los pájaros sin jaula, no fue más objeto de su adoración, sino que empezó a ser odiada por él, que desde temprano se dedicaba a romper las paredes, excavando con sus uñas en la blanca cal, a rayar la madera de los marcos y de los pisos en sus iracundos ataques, a romper todos los vidrios, toda la vajilla y todos los cuadros que tiempo atrás resplandecían en transparencia. El agua natural se infiltró en el edificio para instalar una flora y una fauna característica de un bosque más que de una casa. Una capa de verdín cubrió el suelo sobre el que resbalaba continuamente, sin fuerzas ya para ponerse de pie. Los muebles herrumbrados y astillados no servían sino para contener los helechos y las hormigas que se iban adueñando del lugar mientras él impasible contemplaba como desde afuera su propia decadencia. Los huecos donde antes estaban las lámparas de caireles pasaron a ser madrigueras de mamíferos intrusos que contribuían a desaparecer el último hálito de vida de la construcción, que en otro tiempo fue testigo de la más profunda felicidad, y de la más profunda desesperación. Junto con la casa, él se convirtió en parte de la naturaleza, cuando ya ni se molestaba por alimentarse y cuando su barba creció hasta taparle la cara casi por completo, dejando entrever unos ojos cansados de llorar y secos ya, que no miraban, enceguecidos por la locura. Los lamentos eran inaudibles, eran interiores, eran ecos del pasado. Quejidos y maldiciones, súplicas y gritos ya no salían por su garganta, túnel de armoniosas notas musicales ayer, tumba de su voz hoy. Y la muerte sin embargo se hizo esperar, aunque fuera lo que deseaba con más fuerza por dentro. No fue sino hasta hoy, cuando se dio cuenta que había llegado el momento de terminar con todo su sufrimiento, no fue hasta hoy que él pudo reconocer que había vivido sumido en el delirio y la ilusión de un amor que nunca fue posible y que nunca existió más que en su mente. Así, mientras él moría, moría ella a su lado, ella dentro suyo, ella untada de miel y cubierta de jazmines, ella como había sido amada.

6.5.06

Llegué a la esquina a la que tenía que llegar y cuando me iba a dar vuelta para deshacer mis pasos y volver a mi casa decidí seguir adelante. no fue el azhar lo que llevó a esta elección sino mi propia convicción de que necesitaba caminar. caminar como un medio para pensar y despejarme. caminar como camino cuando me bajo un par de paradas antes del colectivo para llegar despacito a mi hogar, para retrasar esa vuelta a lo cotidiano, a lo de todos los días, todas las horas, la rutina. hoy no quise volver al ciclo sin fin de los minutos que pasan leyendo o escuchando algo; no quise volver tan rápido y permití que mis pies me llevaran a donde quisieran. entonces doblé a la izquierda y en la esquina siguiente un poco más a la izquierda todavía y empecé a patear baldosas casi sin darme cuenta. mi mente ya había empezado, sin siquiera pedirme permiso, a pensar en lo que no debía, en lo quería olvidar. "me vuelvo loca" creí. pero no, la locura es otra cosa muy distinta y yo sabía que estaba diciendo boludeces. como sé también que escapar (o intentarlo) a los pensamientos no es posible y entonces mejor seguir su corriente y ver a dónde nos terminan llevando, en qué orilla extraña nos depositan desorientados. yo quería que mis pasos me llevaran a tu puerta. quería eso con el inconciente. pero claro, tu puerta ni siquiera tiene dirección, no sé de qué color está pintada, desconozco cómo suena su timbre. entonces no tenía sentido pretender llegar, como tantas otras cosas que no tienen sentido. en eso pensaba. en las cosas que no tienen sentido y que no tiene solución. en las situaciones en las que es mejor darle tiempo al tiempo y esperar. pero a su vez, en que esa espera desespera, adormece pero a la vez despierta y de hecho me deja insomne tantas noches. ¿por qué la necesidad de encontrarle sentido a todo? ¿qué es lo que cambiaría en mi si supiera por qué motivo pasa tal o cual cosa? ¿realmente cambiaría algo o sólo es un capricho saberlo? no poder controlar determinadas situaciones es lo que me angustia. que todo esté librado a cualquier cosa menos a mis sentimientos y/o mis deseos. entonces fue cuando vi que la aguja del reloj había girado 360 grados y que ya era demasiado tarde para caminar. pero me di cuenta también, que aunque dejara de caminar no podía dejar de pensar, y que no hay escapatoria.

8.2.06

Y ahora que no sé ni donde estoy parado ¿qué hago?. No me acuerdo mi nombre ni siquiera. No sé quién es la gente que me rodea ni por qué están acá ni si son amigos o me quieren matar. No tengo a quien preguntarle porque pueden mentirme y me invade una desesperación atroz que me sofoca, me asfixia, no me deja respirar. La saliva se está acumulando en mi boca y a estas horas alcanza para tener un nuevo río en la Argentina. Cierro los ojos, haciendo de cuenta que sigo inconciente, cada vez que alguien da vuelta la cabeza para mirarme. No quiero que me encuentren despierto, no quiero intentar hablar, no quiero hablar más conmigo mismo, siento que estoy enloqueciendo. Y si alguien me llega a ver y viene a sacudirme voy a gritar desde lo más profundo de mi garganta aunque sé que no voy a emitir ningun sonido porque debo estar mudo.
Y ahora que no sé ni donde estoy parado ¿qué hago?. no me acuerdo mi nombre ni siquiera. no sé quién es la gente que me rodea ni por qué están acá ni si son amigos o me quieren matar. no tengo a quien preguntarle porque pueden mentirme y me invade una desesperación atroz que me sofoca, me asfixia, no me deja respirar. La saliva se está acumulando en mi boca y a estas horas alcanza para tener un nuevo río en la Argentina. Cierro los ojos, haciendo de cuenta que sigo inconciente, cada vez que alguien da vuelta la cabeza para mirarme. No quiero que me encuentren despierto, no quiero intentar hablar, no quiero hablar más conmigo mismo, siento que estoy enloqueciendo. Y si alguien me llega a ver y viene a sacudirme voy a gritar desde lo más profundo de mi garganta aunque sé que no voy a emitir ningun sonido porque debo estar mudo.