- la cama: sábanas limpias donde uno se acuesta con los pies limpios y descansa sin raíces que molesten, sin frió, sin dolor en todos los puntos de la espalda y los costados.
- el baño: entero, todo. el inodoro donde te sentás sin asco, el papel higiénico que gira en su hueco en la pared, la ducha, caliente, fácil de regular, que proporciona una buena cantidad de agua para sacar la buena cantidad de mugre que se nos pega al cuerpo, el hecho de bañarse descalzo, sin ojotas de por medio, las toallas limpias y suaves, sin olor a humedad, sin color marroncito, bañarse despacio, sin apuro, sin sufrimiento y con mucha mucha agua.
- la ropa limpia: tener una remera limpia en el día 15 de viaje es todo una hazaña. alguna que escapó a las manos adentro de la mochila y que quedó ahí sin usar. pero ni siquiera esa que todavía no sufrió sobre mí durante días y días seguidos tiene el aroma que debería tener a laverrap, a jabón en polvo, a chuavechito. ni siquiera esa porque adentro de la mochila todo se contagia del mismo olor a sucio sin que podamos hacer nada por evitarlo.
- las sillas: sentarse en algo que tenga respaldo es una gloria. es la comodidad en sí misma. es algo absolutamente necesario después de horas y horas sentados en el piso, espaldas encorvadas, culos doloridos, piernas dormidas. un buen reemplazo era encontrar un arbolito donde apoyarse, pero nada, nada como una buena silla.
- la carne: la vida de camping gasolera, donde los gastos tienen que recortarse y donde todo lo que se ahorra en comida se gasta en alcohol implica un régimen casi vegetariano. sin contar los sánguches de milanga de alguna que otra vez, en un mes de viaje comí una vez carne (unos churrasquitos bastante apestosos), una vez chori (gracias amiguitos) y una vez pollo (arroz con pollo, delicia). el resto de los días las comidas eran puro hidrato de carbono (fideos, arroz, polenta) y mucha verdura y fruta. por suerte tengo una amiga genia total que cocina como los dioses y era un placer comer esos guisitos de lentejas, esa polenta con salsa y queso rallado, los arroces con verduras. y además como bien dice el dicho "cuando hay hambre no hay pan duro" y cualquier cosa calentita a las 11 de la noche salía como piña. ¡pero qué bueno que fue que papá me recibiera con un asado!
- hablar por teléfono: entre otras cosas que aprendí o finalmente admití de mí misma disfruto mucho el hablar por teléfono. a tal punto que allá, muchas veces sin señal y donde una llamada era despilfarrar dinero, me encontré pensando en mi celular y diciendo "ojalá que alguien me llame, cualquier persona, aunque sea equivocado, así charlo un poquito con alguien vía telefónica". así que cuando sonaba finalmente era un buen momento. un muy buen momento.
- música muy alta: había unos parlantitos que te permitían escuchar música estando a 5 metros a la redonda. pero no hay nada tan placentero como poner el volumen del equipo de tu casa a todo lo que da. y que los vecinos se quejen y que vos disfrutes sin parar. es muy distinto además escuchar música con auriculares, donde sólo vos podés disfrutarla, donde no encontrás ninguna complicidad con nadie: ni para cantar un estribillo, ni para hacer una coreografía, ni siquiera un gesto que quien no escucha lo que vos sí nunca va a llegar a entender.
creo que estas fueron las cosas de la civilización que más necesité. placeres de todos los días que no solemos apreciar, pero que cuando faltan se hacen notar. nada de cosas sofisticadas: no pedía ni un dvd, ni una tele, ni un aire acondicionado. solo estas cositas. y ahora ¡a hartarme de usarlas se ha dicho!
2 comentarios:
exacto!
slds
no podria estar mas de acuerdo!
como extrañe mi almohada!!! varias ropas echas un bollo me ayudaron a sostener la cabeza, pero nada como mi querida almohada!
y la regulacion de la temperatura del agua de baño ajeno es todo un problema!! siempre me pasa q no tiene presion o que me rompe la espalda, o muy fria o muy caliente... !"·"!·%$%&&/ nunca perfecto como en casa!
adiosssssssss
PnZ
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