12.7.10

Soy

Antes dormía con la persiana baja. La luz me era insoportable, la de la noche clara u oscura, la de la mañana inmensa y dormida. Me pregunto cuándo era antes, y cuándo dejó de ser antes para convertirse en este ahora. En la actualidad, la persiana está baja. Mi ventana no me muestra, indecente, la habitación de mis vecinos esta noche. Porque decidí bajarla, para dormir mejor, para intoxicarme mejor con los gases de la estufa que permanece prendida toda la noche para sacar el frío de adentro de mi cama. Se me ocurren mejores soluciones, pero el suicidio no es una aventura que desee ahora. Ahora. Deseo que los ojos se me acostumbren a la oscuridad, moverme como un gato centímetro a centímetro, cautelosa y arriesgada. Mirar sin ver y ver sin mirar, oyendo, gustando. Deseo pasar la puerta abierta, dejar atrás el verdor de la cocina, llegar al turquesa de mi habitación que encierra tantos libros y tan pocos secretos. Me convertí en una mujer sin secretos, casi. La transparencia que un día me invadió no me abandonará. Me divierto dentro de mi cabeza y lo expreso, la curiosidad de niña se me escapa, inevitablemente. Me contagio de la alegría de las cosas más sutiles y de las más comunes. Tengo planes, me divierto. Siento en profundidad y no me escondo: yo no soy un avestruz. Los dedos de mis pies están helados y no me gusta ni siquiera la idea de que me rocen los empeines, pero sin embargo sé que son mis dedos, de mis pies y me gusta que sean los míos y no los de otros porque en ellos, en toda su deformidad y su entereza estoy yo, ahí, adentro, por afuera. Los muevo si quiero, me muevo si quiero, me disfrazo, me desvisto y soy, siempre soy. Trato de prestar atención a lo que va sucediendo a mi alrededor y en mis adentros, mis múltiples adentros, llenos, conectados. La persiana me aísla también de lo de afuera, todo eso que sin ser yo, es yo. Cuando salgo a la calle a la mañana temprano y las veredas están recién baldeadas, soy. Cuando una baldosa suelta se interpone en mi camino, soy. Cuando el colectivo está llegando y lo corro, soy. Cuando consigo el asiento que deseo, de sólo desearlo, soy. Cuando canto una canción que suena en mis oídos, soy. Cuando doblo la punta de cada hoja de cada libro que me llama la atención, soy. Soy en cada detalle, en cada movimiento, en cada pensamiento pasado y paseador. Me pregunto cuándo era antes, si antes yo era tal como soy ahora. Concluyo que ahora soy porque antes fui. Siempre fui, siempre soy. Lo que me conforma es una capa más profunda de la cebolla en la que me convertí en el momento en el que dije que yo sería lo que quisiera ser, o no sería nada. Y ahora, con mi persiana así de baja, la poca luz ambiente, y estos dedos que no paran de escribir qué soy, soy.