llegamos a muchos pueblos, bajamos en sus terminales, dimos propina a quien nos descargada las mochilas del micro, las colgábamos de nuestra espalda y emprendíamos el camino en busca de un camping tentador que nos recibiera.
más tarde salíamos a pasear por las callecitas caprichosamente aparecidas a nuestros pies. en dos oportunidades nos encontramos en frente de la iglesia (todos los pueblos tienen una), escuchando las campanadas de dolor o de costumbre, mirando con ojos alejados las caravanas que se alejaban, todos detrás del coche que llevaba el cajón.
en dos pueblos nos encontramos con la muerte y con los pueblos en un luto pasajero. la muerte en esos lugares tan pequeños se vuelve más importante, menos individual. y uno, desde su condición de visitante, también la siente más cercana.
2 comentarios:
hermoso male.
Bello texto, piba.
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